jueves, marzo 05, 2009

Vicky Cristina Barcelona (2008)

Pochoclo

And what do you want in life, besides a man with the right shorts?

No peca de idolatría sino de buen gusto reconocer que todas las películas de Woody Allen son, como mínimo, buenas. Al observar su filmografía se desprende que desde 1982 hizo como mínimo una película por año. Al día de la fecha significa 26 años de trabajo ininterrumpido. Antes de 1982 y desde su irrupción en los largometrajes en 1969, el lapso más largo sin un estreno suyo fue de… 2 años. Algunas son pasables, otras son mejores, un puñado (o dos) son excepcionales. Esta afirmación que suena carente de juicio crítico está fomentada por mi amor a su obra, es cierto, pero también por la confianza que Woody Allen ha construido año tras año. La única duda que puede ofrecer es en qué racha se encuentra: si en la aceptable o en la genial…

…por supuesto, todo si tomamos como axioma que al espectador no le desagrada el estilo del director.

Entonces le llega el turno a Vicky Cristina Barcelona. Acompañada por un coro triunfal proveniente de la patria del profeta, primer detalle que hay que tener en cuenta. Woody Allen no es un favorito en los Estados Unidos pese a lo que se puede pensar gracias a los laureles otorgados. En Europa y en esa colonia de Europa que es Buenos Aires es más apreciado, como él mismo hace notar en el hollywoodesco final de Hollywood Ending. De modo que cuando de forma unánime la crítica estadounidense ubica en el podio una obra suya, hay que sospechar: o es tan buena que hasta ellos lo reconocen o es más convencional a sus gustos.
(Continúa)
Si mencioné las alabanzas de los Estados Unidos como primer detalle, es porque el segundo es que fue filmada en España. Se debió a que gobierno catalán incentivó la industria en la región, correlato del éxito de la locación inglesa en las últimas películas de Allen. A pesar o como consecuencia de filmar una película por año, es sabido de la dificultad del neoyorquino para financiar sus películas; razón por la cual las superestrellas que generalmente participan suelen cobrar el cachet mínimo establecido por los gremios.

Y termina siendo la inclusión de España como tópico lo que convencionaliza la película en vez de propulsarla. El personaje de Bardem está mejor actuado que caracterizado: el prototipo del latin lover tal y como se lo debían imaginar al oeste del Atlántico; tan esteotípico como la obra de Gaudí que la protagonista tanto ama. Una protagonista eclipsada en los posters por las luminarias de Scarlett y Cruz (una sin aprovechar, la otra brillante en su inestabilidad) pero que es el verdadero motor conductor de la película como foco de la pregunta latente: ¿qué es lo que quieren las mujeres en la vida? El paradigma del fallo de la película se encuentra en ciertos diálogos simplones, que parecen charlas de turistas limitadas por la ausencia de competencias lingüísticas de los locales… que es precisamente lo que por argumento son.

Es difícil profundizar cuando los que hablan no se entienden, de modo que tanto los diálogos como la película son agradables pero limitados. Queda la sensación que si no hubiera sido rodada en España, conservando la misma situación y carácter de los personajes sin la diferencia nacional de por medio, habría encontrado para representar una veta original no oscurecida por los estereotipos culturales. Aún así esta incomunicabilidad se reutiliza al compararla con el poeta que se niega a la traducción. La frase recurrente In english! no sólo es la más graciosa sino que es la más ejemplar con respecto a lo que se pierde: Allen parece incluso aprovechar sus fallas como recursos.

La disponibilidad de los actores para aceptar el sueldo mínimo con tal de participar en las películas es de la misma naturaleza que la docilidad de este espectador para verlas: un vínculo generado en la confianza de años.