jueves, marzo 12, 2009

The Wrestler (2008)

Élite

The only place I get hurt is out there.

Desde Pi sabía que Darren Aronofsky es un gran director. Quisieron convencerme de haberlo sobrevaluado después de The Fountain, que en sí es un gran error porque pese a sus falencias ésta es una obra atrevida y compleja (quizás pretenciosa, sí, pero de todos los defectos es el que más se parece a una virtud). Por eso cuando leí que su próxima película iba a tratar sobre una especie devaluada de boxeador me sentí incómodo.

Pero The Wrestler se diferencia del resto de las películas sobre el tema. La principal está posibilitada precisamente por el ambiente elegido: el wrestling o lucha libre. Como no es un deporte sino un espectáculo y el ring no es una arena sino un escenario, no se puede decir que haya un ganador; tampoco que haya un perdedor, como en Rocky. Irresolución que está subrayada mediante la cordialidad de los luchadores antes del match, sin discutir en ningún momento por quién va a quedarse en la ficción con los laureles. Incluso más, el director termina elidiendo hasta esos momentos de convenio: el espectador entiende que simplemente los luchadores ocupan el papel que les corresponde.

Robin Radzinski tiene el suyo: el superhéroe Randy "The Ram" Robinson. Defiende a su país pateando iraníes durante los años 80. Pero todo cuerpo está sujeto a las normas de la anatomía y los años terminan revelándolo como el pedazo de carne que es. Pasa la década del 90 y ocurre lo que le pasa a la carne que se pudre: apesta. El nuevo mileno lo encuentra en una casa rodante que no rueda.
(Continúa)
La improvisación de la lucha libre termina siendo más violenta que la arbitrariedad del boxeo. Premisa que se corresponde con la realidad del personaje: Randy tiene un alter ego llamado Robin que se disfraza de día para trabajar. Su tragedia es que la mayoría de los días tiene que ser su otro yo y no sí mismo. Asimismo está distanciado de su hija, cuya marca es el desconocimiento de The Ram acerca de si es lesbiana o no: vacilación que nunca termina de resolverse de la misma manera en que él nunca termina por conocerla. La familia no acepta acuerdos previos como la luche libre, ergo se resuelve en violencia imposible de contener; delicias del castellano aparte, precisamente lo que no es la familia y sí es la lucha es ser libre.

Con la identidad en disputa no casualmente se enamora de una mujer cuyo trabajo consiste en desvestirse: es decir lo opuesto a disfrazarse. Pero el cuerpo desnudo también es un disfraz. Al notar el impecable vestuario, The Ram lleva la campera como si no la tuviera puesta sino embalada en su cuerpo; a la altura de las muñecas las mangas están sujetas con cinta adhesiva. La primera escena lo muestra también embalándose esa rodilla maltrecha, como los niños hacen con la pierna de un muñeco para que no se pierda. The Ram anda entre algodones, apenas sostenido por su ropa. La escena clave entonces es la de la abrochadora. El compañero luchador le está abrochando el alma al cuerpo, para que no se escape; o mejor dicho el cuerpo al alma, para que no se caiga por su propio peso muerto. Las cuerdas del ring lo atan al escenario como si fueran también de cinta adhesiva. Él termina por despegarse.

La inversión de los estereotipos (inversión como la que plantea en la frase de cabecera) termina por resolverse. No es una película donde Rocky golpea una media res al ritmo de “Gonna Fly Now”: es The Ram la media res que es golpeada al ritmo de “The Wrestler”.