domingo, febrero 15, 2009

Martian Chronicles (1950)

Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury (1920 - )




La televisión logró lo que las escuelas secundarias fallaron. Por ejemplo: las películas de vaqueros, con Clint Eastwood de por medio. Gracias a esto, desde chicos conocemos el mito del Oeste norteamericano. La gran enciclopedia del cine nos muestra las premisas básicas: los indios, los vaqueros, los revólver, la fiebre del oro, el desierto. Entonces el Oeste era en California, pero sólo durante esa época histórica.

Como muchas palabras, el significado de la palabra "oeste" es referencial. Durante mucho tiempo, el Oeste fue la civilización europea, en oposición a la asiática o africana. Durante Luego de Colón, el Oeste era América. Un poco más tarde, durante el siglo XVIII, el Oeste era la costa Este de los Estados Unidos. Esto es porque la visión era desde Europa. Una vez en el continente americano, cuando ya las ciudades estaban llenas de inmigrantes, era necesario seguir avanzando hacia el Océano Pacífico. Ahí es donde se ubican las películas de vaqueros. Pero llegó un día en que California ya está superpoblada, especialmente en Los Ángeles. ¿Cuál debía ser el nuevo Oeste, una vez que la frontera ya había sido traspasada? La respuesta es obvia: el espacio exterior.
(Continúa)
Crónicas Marcianas trata acerca de la colonización de Marte por la potencia norteamericana. Uso el plural porque, como se expresa desde el título, no es una única narración sino una serie de relatos, entrelazados por un hilo delgado, lo que llevó a su autor (criado desde los trece años en Los Ángeles, casualmente) a calificarla como "prima de una novela". La escritura de estos relatos culminó en su publicación en un único volumen en 1950, justo al comenzar la Guerra Fría. Durante este conflicto, bélico y cultural, se desarrolló la Carrera Espacial, que culminó en el aterrizaje en la Luna, casi veinte años después del libro de Bradbury.
Si se llaman "crónicas", es porque son narraciones que se configuran como supuestos eventos históricos, de una línea temporal que aún no ha sucedido. Pero quizás, en este caso, su genialidad no es la anticipación del futuro, sino la reformulación creativa del proceso de colonización de los Estados Unidos. Los marcianos tienen muchos puntos de semejanza con los indígenas, en particular su cercanía con la naturaleza; los terrícolas son, queriéndolo o no, depredadores de un mundo tan rico como frágil. Cada cuento es memorable, por diferentes causas. Al final, quien termina siendo protagonista es el territorio y su geografía: todo colonizador es momentáneo, y sólo sobrevive en crónicas.

A pluma o a máquina, así escribe

“It wouldn’t be right, the first night on Mars, to make a loud noise, to introduce a strange, silly bright thing like a stove. It would be a kind of imported blasphemy. There’d be time for that later; time to throw condensed-milk cans in the proud Martian canals; time for copies of the New York Times to blow and caper and rustle against the lone gray Martian sea bottoms; time for banana peels and picnic papers in the fluted, delicate ruins of the old Martian valley towns. Plenty of time to that. And he gave a small inward shiver at the thought.”

Lecturas relacionadas (de todo tipo y factor)

H.G. Wells: The Time Machine
Úrsula K. Le Guin: The Dispossessed
Liliana Bodoc: La saga de los Confines
H.D. Thoreau: Walden
Cormac McCarthy: The road

Y si lo que te gusta es el cine

The thin red line, de Terrence Mallick
Star Trek, de Gene Roddenberry
Lawrence of Arabia, de David Lean