sábado, febrero 21, 2009

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Suele considerarse que las adaptaciones de libros (sean novelas, obras de teatro, historietas, cuentos cortos alargados) son el síntoma más claro de la falta de ideas en la industria del cine. No obstante, esta opinión generalizada deja de lado un factor más importante: como toda industria, necesita estar en contínuo movimiento; por más abundante que sea la provisión de nuevas ideas, el mecanismo de producción va a echar mano de cualquier otro material que le sirva de combustible. En la Argentina, por ejemplo, se estrenan cerca de trescientas películas por año. ¿Cómo satisfacer este estómago sino intercalando comidas de diferente calidad? De la misma manera los periódicos tienen que presentar sus titulares día tras día; quizás si sólo saliera un periódico por mes las notas que lograran filtrarse serían sólo aquellas que realmente son ineludibles.

Ahora bien, aún cuando existiera una mayor racionalización de los recursos (gracias a una crisis financiera), tampoco así los estudios estarían obligados a utilizar ideas originales para sus pocos proyectos. De hecho ni siquiera estarían obligados a aspirar a la excelencia, sino a satisfacer al público que los consume. ¿Acaso en tiempos de escasez el hombre no se contenta con alimentos de menor calidad? Se podría afirmar que tampoco una producción más acotada devendría en películas más originales; ergo, las adaptaciones no se producen por falta de ideas.
(Continúa)
Los productores de los estudios no sólo apuestan a lo más seguro que pueden (lo seguro a toda prueba no existe) cuando elijen un libro exitoso; también apuestan a la ignorancia del público.

Sí se puede explicar el fenómeno de las adpataciones al considerar que la mayoría de los espectadores no son lectores del libro previo, a raíz de las diferentes llegadas que tienen ambas industrias. La diferencia entre guión original y guión adaptado es tramposa, no sólo por cuestiones esenciales del traslado de un medio a otro, sino porque para la mayoría de los espectadores el guión siempre va a ser original. Dicen que Hitchcock compró todos los ejemplares que pudo de la novela Psycho para conservar lo más posible el final de su película en secreto. Eso no sólo era posible porque no existía la internet, sino por diferencias con el modo actual de promoción de libros. No obstante entonces y ahora era innecesario: aunque todos esos ejemplares hubieran sido comprados, el secreto estaba a salvo para la masividad del cine.