jueves, febrero 19, 2009

The Duchess (2008)

Muy interesante

How wonderful to be that free.

Los llamados géneros en el cine son más volubles que en otras artes, quizás por la necesidad de clasificar los estantes de un videoclub. Los libros, por ejemplo, suelen ser categorizados de forma más amplia con un par de viejas y buenas etiquetas, quizás para evitar discusiones bizantinas; en cambio las películas suelen crear géneros tan inmediatos como descartables.Por supuesto que los libros también se clasifican con fervor, pero por los académicos, mientras que las películas lo son por el mismo público: un fenómeno que se produce en la medida en que no existe un academicisimo en el cine como sí existe en literatura. Cuando se trata de películas, todo el mundo siente que tiene el derecho a opinar y son pocos los que niegan este derecho.


De este modo, cada tanto se crea o se rescata un género menor o subgénero, muchas veces ligado más a la ambientación que al tipo de narración. Entre éstos se pueden citar el western, el espadas y sandalias, la road movie; en este caso las películas de época, usualmente dedicadas a retratar a la siempre elegante clase alta. De Keira Knightley se dice que es buena actriz, pero mejor cuando tiene un corset puesto (no en vano: se rumorea que va a protagonizar una remake de My Fair Lady). La moda, como tecnología, es un elemento imprescindible de los géneros: es lo que separa un western de una space opera. Una película de horror con todos los personajes vestidos de samurai sigue siendo una película de samurais.
(Continúa)
De regreso con Keira Knightley y las películas sobre la aristocracia, existe el riesgo que se apoyen más en el despliegue visual que en los demás aspectos; cuando eso sucede, a diferencia de otros sugéneros, no es un desperdicio total. The Duchess no tiene el mejor guión del mundo, pero además de bien vestida está bien actuada. La actuación de Ralph Fiennes, llena de sutilezas, no es para nada sorprendente. La infelicidad marital está desgastada de tantas películas, como una prenda demasiado lavada; en cambio sí es más fresco la convivencia entre los tres personajes principales, con un final donde como nobles que son comen perdices... dentro de lo posible.

Quizás el mayor problema de la película sea su marketing: como otras películas de época, los productores intentan trazar un correlato con el presente que es absolutamente innecesario, al menos en la manera que The Duchess es desarrollada. Es curioso, sí, el paralelismo con Lady Di, pero es sólo eso. La profundidad que adquiere con respecto a los hijos no tiene que ver esencialmente con Lady Di, sino con una Medea fallida. Pero el afán de compararla llevó a presentar a la duquesa como una mujer adelantada a su tiempo y revolucionaria en las costumbres (todo lo revolucionario que puede ser una noble). Más allá de establecerse como generadora de discurso (tanto en la política como en la moda), no ahonda en estos roles sino que luego se ven disminuidos en pos de enfocarse en su matrimonio. Esto no es culpa de la película, que no miente y da lo que ofrece, pero sí de sus distribuidores. Deben haber previsto que es más difícil venderla cuando trata del amor de un duque por sus perros.